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20 mayo 2013

El origen del mal y la espiral del sendero


Dos opiniones que son una y, como tal, aquí está. 

Detrás de los totalitarismos subyace un mal extremo, un mal tan funesto que atenta contra la misma condición humana de las personas, que elimina su capacidad de acción espontánea, su capacidad de ser humanos. Los motivos que dan lugar a este mal se encuentran, sin embargo, en categorías banales, desde una carencia de juicio para distinguir entre si lo que se hace está bien o mal, hasta una interpretación completamente sesgada y fundamentalista de la coyuntura en base a leyes absolutas de la historia. El caso del proyecto planteado por el Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso no escapa a esta caracterización, basta revisar algunos de sus lineamientos y manifiestos para entenderlo.


No obstante, detrás de este paneo general, se ocultan procesos y fenómenos reales que originaron y acompañaron la catástrofe que vivió el Perú en el periodo de violencia política. Son hechos que debemos estudiar más allá de las abstracciones teóricas si queremos ser eficientes en combatir –ojalá que no– una amenaza similar. Uno de los factores más importantes es el papel que jugó la universidad pública en el surgimiento y el desarrollo de dicho conflicto interno. Aquí el problema ya no pasa solo por un conjunto de teorías y conocimientos que desembocan inequívocamente en un baño de sangre, sino por darnos cuenta de que el Estado peruano le puso la mesa servida a los portadores de ese mensaje para desatar la ola de terror. ¿Deberíamos considerar orate a quien se dispara a sus propios pies sin darse cuenta, sin reparar en el daño que se ha causado hasta que se está desangrando? Eso fue lo que hizo nuestro Estado…

Escribía así a fines del 2011, para introducir una monografía hecha como parte de un curso criminalmente tedioso: Investigación Académica. Por aquellos –no tan lejanos– días, los nombres “Movadef”, “Conare-SUTEP”, “VRAEM”, etc., no sonaban con tanta fuerza en la prensa peruana, más preocupada en informar sobre cómo algunos intelectuales se habían distanciado del entrante gobierno por haberse “vendido a la derecha”, “subyugado a la Confiep” y demás cojudeces, y de cubrir las incidencias del recientemente estallado conflicto minero en Conga. Hoy, sin embargo, el miedo a las reminiscencias senderistas se ha convertido, a todas luces, en punto central de la agenda pública y en la piedra en el zapato de un Estado cuyo manejo mediático es por demás lamentable.

Elegí este pequeñísimo fragmento de mi trabajo porque creo que resume de manera casi perfecta lo que pretendo argumentar, solo hace falta cambiar la palabra “universidad” por “educación” en general. Así es, el problema de memoria del pueblo peruano, en el que todos parecen coincidir, no es tal, al menos no está en el fondo. El verdadero error está en la incompetencia con la que nuestra clase gobernante parece abordar el hecho de que, maldita sea, ¡se están colando en el magisterio!

El SUTEP le otorga al partido que lo domina la base descentralizada más sólida del país. Por eso, y porque ya saben cuál es el camino, los nuevos senderistas lo han escogido para infiltrarse, aun cuando Patria Roja haya salido a desmentir ese vínculo. En la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga, el Profesor Guzmán controlaba la Facultad de Educación y aprovechaba sus programas de enseñanza secundaria para adoctrinar nuevos miembros, también sucedió en La Universidad Nacional de Educación (la conocerán como La Cantuta). ¿Hay un mejor momento para influir en las ideas de una persona que durante su adolescencia, esa etapa de hormonas revueltas y ansias de cambiar el mundo?

Pero a ver, no me refiero a todos esos reportajes estúpidos en los que le enseñan una foto de Abimael a un universitario y este, que no sabe dónde anda parado ni tiene por qué saberlo, dice que es un director de cine para burla del público y regocijo de la reportera. Ah ya… ¡gran trabajo para combatir al terrorismo, señorita periodista! ¡Pullitzer para usted! ¿Desde cuándo no asociar una cara a un personaje, significa que nos chupa un huevo la violencia política? ¿Si les muestran la cara de Néstor Cerpa, de Miguel Rincón Rincón, de Osmán Morote, de Víctor Polay Campos, dirían todos esos nombres? ¿Y eso significa que no les interesan los muertos que dejaron SL y el MRTA?

En fin, a la educación a la que me refiero es a esa que nos trae últimos (62/65 al 2009) en las pruebas PISA, esa que egresa alumnos que no comprenden lo que leen, mucho menos piensan al respecto. Ni imaginar que podrían argumentar una crítica si un profesor les dice que Sendero Luminoso es la alternativa a la “exclusión que vive el Perú”. Pasa que la negación de los totalitarismos brota de un ejercicio de debate interno que engendra una posición propia, la cual ya no acepta lo que dice el otro solo porque lo dice.

Eso nos lleva al ámbito universitario. Quizás si estés en la de Lima o en la UPC no llegues a entender esto, pero en muchas universidades buscar arreglar el país es algo común y no excepcional, la política universitaria es parte integral de la vida estudiantil y no algo de unos cuantos raritos. Todo eso es genial cuando no engendra las posturas equivocadas. La libertad de expresión y la pluralidad de pensamiento que correctamente otorga el espacio universitario se puede alterar (no necesariamente) cuando al debate ingresan dos factores decisivos: la continua percepción de injusticia en el medio en que se desenvuelven sus alumnos y el abandono de la educación por parte del Estado. Ambos pueden generar que el discurso que ve a la clase gobernante como la culpable de las injusticias y pretende derrocarla para arreglarlas cobre fuerza. Ni siquiera tiene que ser adoptado por la mayoría de alumnos, basta con unos pocos que griten y se muevan bastante.

Ocurrió así en la UNSCH, en la Cantuta, en la San Marcos y demás universidades estatales hace cuarenta años; cuando un grupo está ideológicamente comprometido con una postura totalitaria, no hay quien lo pare. Su vehemencia es tal que acalla las críticas y se alza como la principal. Por eso, de poco valió la tibia oposición que en aquel entonces intentaron hacerle a SL las izquierdas moderadas, como Vanguardia Revolucionaria. Se forma una espiral del silencio (como la que explica Elisabeth Nicole-Neumann) potenciada por la seguridad de poseer la verdad, aquella única capaz de resolver los problemas de su caótico mundo, y la poca capacidad de reflexión que la educación escolar les brindó a los estudiantes. Si a ello le sumas que el Estado no está para ponerles el pare, ¿qué tenemos? Un verdadero cóctel de terror.

Repasemos: personas sin capacidad de pensamiento reflexivo que perciben condiciones de injusticia, expuestas a un discurso que les asegura ser el único capaz de solucionar sus problemas –así ya no tienen que contrastarlo con los demás en un necesario ejercicio de debate interno–, que además aparece como el que tiene más fuerza porque sus integrantes siempre andan con megáfonos gritando lo mismo, siempre están en las marchas y en los eventos en la universidad, a diferencia de los otros grupos políticos que se pretenden más intelectuales, y al parecer sin un Estado o autoridad que actúe para contrarrestar esa situación. 

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