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06 mayo 2015

Al presidente de la Federación de Estudiantes de la universidad donde nació Sendero Luminoso no le emociona la izquierda

Entrevista cronicada.
Publicada en la quinta edición de la revista Carta Abierta (para verla completa: http://goo.gl/ETMbQq)

Max Apayco es antropólogo pero piensa como tecnócrata. Ganó con una lista conformada y votada por ingenieros. Cree en la industrialización y valora las teorías de Marx sólo como método de estudio social; jamás como modelo de aplicación. La idea fuerza de su campaña fue que la Federación no fuera más sinónimo de toma de locales, sino de propuestas viables. Un reportaje de Punto Final lo indignó. ¿Qué mensaje político triunfa hoy en la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga?



El sol se acaba de ir en Ayacucho y la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga (UNSCH) ha quedado sumida en la penumbra. El reloj acaba de marcar apenas las seis de la tarde. La oscuridad exhala estudiantes por el camino que da a la puerta principal del campus. Allí, casi todos van de salida; sólo un periodista de esta revista, de visita en la ciudad, recorre el camino a la inversa.

La oscuridad es densa, se agolpa como una masa inerte entre los pabellones de las facultades, últimos reductos donde aún se advierte cierto movimiento. Un grupo de chicos ensaya una danza cerca de Ciencias Agrarias, otro escucha una de las últimas clases en Ciencias Económicas, donde el profesor critica las cifras de creación de puestos de trabajo que suele presentar el gobierno. Entremedio, en las grandes extensiones de terreno que separan a los edificios, rueda una pelusa: nada. Nadie. La tenue luz amarilla de los faroles corta apenas las tinieblas. Aún no es realmente de noche, pero la San Cristóbal ya es una universidad que se apaga.

Los baños están cerrados o inundados por agua fétida, pestilente; material de construcción, vidrios y barras de acero se amontonan en desorden al costado de los caminos. Lo que llama la atención del periodista, sin embargo, no es un elemento más de esta menuda precariedad, sino un gran cartel blanco que atraviesa el espacio entre dos postes. “De la protesta a la propuesta”, dice. Firma, el Colectivo Dignidad UNSCH.

Max, ¿cuál ha sido el tamaño de su victoria según el conteo final?
Tuvimos alrededor de 2, 290 votos. El segundo, un promedio de 2, 130.

Supe que eran un padrón de alrededor de 11, 000 votantes. ¿A cuánto ascendió el ausentismo?
Entre 3, 000 y 4, 000 estudiantes. No te puedo dar el número exacto, pero sí, son muchos los que no han venido a votar.

En la ignorancia, la frase “de la protesta a la propuesta” suena a una rima más, un eslogan trillado que pretende pegar entre la muchachada universitaria, pero que, como tantos otros dichos políticos, está realmente vacío de contenido. Es quizás obra del azar que el cartel que llama la atención del periodista sea el de la lista que ganaría las elecciones celebradas aquel día. Más allá, cuelga propaganda de las otras dos agrupaciones que participan en la contienda: Unidad Cristobalina y Renovación Universitaria. En ese momento, en algún lugar del campus se están terminando de contar los votos.

En la ignorancia, las elecciones para la federación estudiantil de una universidad pública y de provincia -aún cuando son supervisadas por la ONPE- son peligrosas. En la ignorancia, tras esa votación sólo se cocina un nuevo paro de estudiantes, como el que paralizó las actividades de la UNSCH durante todo el semestre anterior, y que terminó con disturbios en la ciudad y con la salida del hasta entonces rector Humberto Hernández por decisión de la Asamblea Nacional de Rectores (ANR). En la ignorancia.

¿Cómo nace Colectivo Dignidad?
Nosotros formábamos un círculo de estudios llamado José María Arguedas. Íbamos a traer ponentes de la San Marcos, pero en la fecha del evento se dio la toma de locales. Para otros eventos netamente académicos que habíamos planificado ocurrió el mismo problema y tuvimos que cancelarlos. Entonces ahí, con una masa fuerte de alumnos de ingeniería y como respuesta a esa situación, nació Colectivo Dignidad. Para la protesta, la gestión pasada de la Federación de Estudiantes tenía un pliego de reclamos que eran reales, pero en un momento dejó esa plataforma de lucha a un costado y dijo “no, vacancia del rector”. Entonces, oiga, ¿son tus pedidos de reclamo o es solo la vacancia del rector? Ya lo estaban llevando en otro sentido. Se habían involucrado ciertos sectores netamente políticos.

Sobre las acusaciones de corrupción del exrector, puntualmente, ¿cuál es la opinión del colectivo?
Nosotros dijimos lo siguiente: la medida para que el rector diera un paso al costado era la revocatoria. Si se eligió por voto universal, así mismo debía decidirse su salida.

Pero, ¿hubo corrupción?
Respecto a eso, la Asamblea Universitaria formó una comisión para ver cuáles eran causales de vacancia. Esa comisión no se llegó a dar porque ahí no más llegó la ANR con la Comisión Interventora.

¿Hubo o no hubo corrupción?
Sí, ha habido corrupción, no sólo con autoridades, sino también con participación del personal administrativo. Ellos son los que trabajan el presupuesto y la parte contable. La oficina de control interno, que se encarga de hacer las auditorías, trabaja muy lentamente. Recién se ha llegado a sancionar temas de docentes que habían recibido un sueldo injustificado hace dos años.

¿Cuáles crees que han sido las propuestas que hicieron que ustedes salieran elegidos?
La idea de darle una nueva cara a la Federación. En las gestiones anteriores, la Federación de Estudiantes se convirtió en sinónimo de toma de locales. Nosotros, como grupo, vamos a incentivar los fueros netamente académicos. Ya hemos realizado el primer foro sobre la nueva Ley Universitaria y sobre nuestra acreditación como casa de estudios.

¿Y por qué crees que se ha tomado ese cambio como positivo?, ¿los alumnos ya están hartos de que las clases se paren?
Sí. Falta un docente de una escuela y ya es toma de locales. Se pierden semanas, meses. El semestre pasado se perdió completo. Eso, para estudiantes que ya estamos en serie 400 (equivalente a cuarto año) o serie 500 (quinto año), es mucho perder, en realidad.

De acuerdo con tu idea, pero ¿no hay un momento en el que sí es necesario tomar una medida de fuerza?, ¿cuál es esa línea, cuándo es ese momento?
Se tiene que dar concertando. Se debe concertar con las bases y, además, se deben ver las condiciones en las cuales la toma de locales nos dé resultados. Uno no se puede aventar porque falta un docente o porque alguien dijo “acá hay corrupción” o “están vulnerando nuestros derechos”. Esa es una irresponsabilidad que nosotros hemos visto en las antiguas federaciones.

Si dices que la gran mayoría del alumnado está en contra de los paros, ¿de dónde sacaron las anteriores federaciones su poder de base para realizarlos?
Nosotros hemos reconocido a un cierto grupo de estudiantes que año tras año ha estado inmiscuido en la problemática universitaria, pero desde otra perspectiva. Digamos, una perspectiva sólo política. Eso sí, definitivamente cuando haya actos de corrupción seremos los primeros en denunciarlos.



Huamanga también se queda en penumbras cuando el sol se va. Más allá de las pocas manzanas que circundan la Plaza de Armas, se percibe una oscuridad silenciosa y fantástica en el resto de la ciudad. Durante el día, decenas de camionetas Toyota Hilux se dejan ver estacionadas sobre las veredas. “Salen para la selva”, fue lo único que le dijeron al periodista de esta revista. Su cargamento de retorno no es difícil de inferir.

Doscientos años atrás, Bolívar renombró la ciudad. Le puso Ayacucho, que en quechua significa 'Morada del Alma'. Hoy, con sólo 180, 000 habitantes, Huamanga es Ayacucho. Ayacucho es Huamanga. Hace siete meses, el periodista de televisión Fabricio Escajadillo, reportero de Punto Final (de Frecuencia Latina), llegó hasta esta morada de almas para, con el ceño fruncido y la voz bien modulada, grabar un reportaje que tituló El reclamo de los estudiantes de la UNSCH.

Ciertamente, los estudiantes tenían reclamos: las carpetas, la luz, los baños. La precariedad de la universidad es evidente para cualquiera que visita su sede. Pero el reportaje, entre imágenes de disparos en la plaza, comienza con una frase que certifica su real intención: “hacía por lo menos veinte años que el corazón de Ayacucho no olía a pólvora”. Y, en quince minutos, convierte los reclamos reales y justos de una universidad que se apaga en la amenaza de una universidad que -supuestamente- se enciende. Porque, en la ignorancia, el título del reportaje debió haber sido ¡Cuidado! Vuelve Sendero.

Ahora, un tema que no puedo evitar tocar al entrevistarte: Sendero Luminoso. El programa que conduce Nicolás Lúcar pintó un panorama en su reportaje de mayo, y es importante saber qué opinan ustedes, como nueva lista elegida para la Federación de Estudiantes, sobre la relación que tuvo y tiene la universidad con Sendero.
Respecto al reportaje, como estudiantes estamos indignados. Ese es un problema latente para los egresados de la universidad en el aspecto laboral, porque por poco que todavía dicen “oye, tú eres de la San Cristóbal, serás terrorista”. Una cosa es que haya retratos de Marx, Mao o Lenin en la Residencia Universitaria y otra que los estudiantes sigan su lineamiento ideológico.

¿El Movadef tiene elementos en la San Cristóbal?
Sí, definitivamente, pero hay personajes así no sólo en Ayacucho, sino hasta en universidades particulares. A nivel local, se les determina. Yo pienso eso por las propuestas que dan, que hacia eso se enfocan, pero netamente decir que una persona es del Movadef, es muy difícil.

¿Qué opinión tienes de la relación que tuvo tu universidad con Sendero en los setenta?
Nuestra universidad, la institución en su conjunto, ha sido una víctima más del terrorismo. Lo digo categóricamente. Nosotros hemos tenido centros de producción, llámese Allpachaca, Huayllapampa, en los que estábamos insertados con otras naciones como Holanda o Suiza, y que fueron destruidos por Sendero. ¿Cómo uno puede decir que ellos defendieron a la universidad si a la vez estaban destruyéndola?

Los postulados marxistas, por ejemplo, ¿a ti qué te generan?
Mira, con respecto a Carlos Marx, como metodología de investigación social, la suya es muy buena, ya que trabajó netamente el capitalismo. Pero en la praxis es otra realidad. O sea, uno puede decir que los que estudiamos ciencias sociales tendríamos que tocarlo como tema de investigación, pero para mí en particular, nunca como método de aplicación.

¿Crees que hacer política en la San Cristóbal hoy es peligroso?
No, definitivamente, los tiempos han cambiado.



El periodista de esta revista se mete una tarde a la Residencia de Estudiantes de la UNSCH. Constata allí
 que los murales con las caras de los líderes comunistas que dan nombre a los pabellones aún existen. En su reportaje, Escajadillo representa en imágenes el miedo a que Sendero renazca en la San Cristóbal a través de esos murales e, incluso, le pide al rector con mucha seriedad que compre "una latita de pintura” para borrarlos, pues qué diría el ejército si los viera.

Escajadillo no entiende que esos viejos murales no pueden ser el único sustento de su argumento, por demás vacío, pues están ahí hace más de veinte años, y evidentemente el ejército ya sabe de ellos. No entiende, a pesar de que un alumno se lo explica, que es “como tener a una Santa Rosa de Lima”, sin que ello signifique estar haciendo apología de la autoflagelación. Y no entiende, aun cuando sus preguntas forzadas obtienen respuestas vagas, que los alumnos que entrevista sólo quieren estudiar en condiciones decentes y no practican ideas comunistas, ni terroristas.

Después de enrolarse en un partido de fulbito, el periodista de esta revista pregunta a sus compañeros de equipo cómo puede contactar al nuevo presidente de la Federación de Estudiantes. Casi todos se confiesan apolíticos e ignorantes en el tema. Uno de ellos le recomienda ir el lunes y buscar en la oficina de la representación estudiantil. El periodista va a primera hora, pero encuentra las rejas de la universidad con candado. Entonces, hace preguntas. “Hoy son las elecciones para la Asamblea Universitaria”, le cuentan. Es la otra instancia de representación -pero en este caso, no gremial- a la que acceden los alumnos, y en la que deben compartir el debate con profesores y trabajadores.

El periodista no tiene tiempo para esperar, se va de Ayacucho esa misma noche. Por eso, sigue haciendo preguntas hasta que consigue el dato. Le dan el número del que acaba de ser elegido presidente de la Federación de Estudiantes, un futuro antropólogo llamado Max Apayco. Y en una noche de tormenta, con su mochila lista para partir, en el Centro Cultural de la universidad, bajo una lluvia intensa y con el sonido de los truenos que se cuelan en la grabación, el periodista lo entrevista.

Max, ¿Qué opinas del liberalismo como corriente de pensamiento?
Siempre donde exista un país capitalista, creo que va a ir de la mano con el tema del liberalismo y de la democracia. ¿Cómo balancearlo? A través de la educación. Ahí es donde tenemos que palear. Las soluciones a nuestras debilidades como país tienen que estar enfocadas principalmente en la educación, la investigación y la tecnología. Podemos ver la costa peruana, del sur principalmente, Ica, Nazca, imagínate, todos esos arenales ahora son un boom en el tema de la uva y demás. Eso se logra con tecnología e investigación, cosa en la que la universidad tiene que estar enfocada.

¿Cuál es la San Cristóbal que esperas ver en unos años?
Una universidad que esté aportando a la sociedad. Yo me hacía siempre esta pregunta: si tenemos problemas de minería, de agro, etc., ¿por qué los conocedores del tema, que están en la universidad, no opinan? No tiene sentido, la universidad no está cumpliendo con sus fines como institución. Necesitamos gente que no deje que el conocimiento esté enclaustrado en los salones, sino que haga que llegue a la práctica.

Me imagino que este pensamiento tecnócrata es lo que te ha acercado a un grupo de ingenieros como el del Colectivo Dignidad.
Sí, definitivamente. Porque es raro que ingeniería y sociales congenien.

¿Te consideras distinto al resto de alumnos de tu carrera?
No tanto. Pero a veces estamos mentalizados en que la solución es la izquierda o la derecha, eso a mí ya no me causa tanta emoción. Yo decía en uno de los debates que hemos tenido, como Haya de la Torre: “si doy un paso a la izquierda, me denominarán socialista; si doy un paso a la derecha, me dirán capitalista. En todo caso, ni a derecha ni a izquierda, sino de frente”. Si vemos el mundo bajo solo dos concepciones, ¿dónde están las propuestas de nosotros, como universitarios, como conocedores de la realidad? Hay que dejar de lado aquellos pensamientos.

Max Apayco es un tipo serio con un aire inofensivo de superioridad. Tiene la tez trigueña y la frente ancha. Gesticula con los ojos. Al final de cada pregunta, los abre en exceso; cuando escucha y pone atención, los entrecierra. Al verlo hablar, uno no se lo imagina dando grandes discursos; más que combativo, es diplomático. Nació en una provincia del sur de Ayacucho donde casi nadie va a Huamanga a estudiar: Lucanas. Por su cercanía con Ica, la mayoría de lucaneños migra allí para trabajar, pero Max tuvo la suerte de tener familia y casa en la capital de su departamento. En la entrevista lo acompaña y asesora Carlos, un alumno de ingeniería informática que postula por el mismo colectivo que él a la Asamblea Universitaria.

Max dice que quiso estudiar antropología porque desde pequeño le fascinaba cómo en Puquio, la cuna de la danza de tijeras, también tenían la capacidad de hacer obras de riego en comunidad. Con veintiocho años, a falta de uno para acabar la carrera, Max se juntó con un grupo de ingenieros para liderar la lista que hoy lo ha llevado a la Federación. El camino esperado para él hubiera sido la lista de izquierda, manejada por alumnos de las facultades de letras, especialmente los de sociales, pero -dice- se cansó de ver que siempre propusieran “todo gratis”. Él, en cambio, asegura haberse enfocado en propuestas viables, que se ajustaran a la realidad y a las facultades de la Federación.

¿Qué es lo primero que van a hacer? El primer evento, la primera presentación, la primera 'obra'.
El tema de la acreditación, tenemos que estar en ese camino. La acreditación es primero: autoevaluarse, saber en qué condiciones nos encontramos y mejorar para poder acreditarnos.

¿Cuáles crees que son las principales debilidades de la UNSCH? ¿Qué es lo que el estudiante promedio necesita más en este momento, comedor, bibliotecas, aulas, servicios?
Una de nuestras debilidades es la poca investigación. Lo otro es que, ya en el mundo globalizado, carecemos de una buena intranet. Todavía cuando uno se va a matricular tiene que venir personalmente. La matrícula virtual permitiría a los estudiantes de otras regiones inscribirse desde donde estén y hacer el pago en el Banco de la Nación. Si esperamos a que vengan todos hasta última hora, la planificación para contratar profesores, por ejemplo, se tiene que hacer sin los datos finales. La universidad no está informatizada, sus softwares no están articulados ni comunicados adecuadamente. Son como islas.

Si en la San Cristóbal aún hay senderistas -como se quiso decir en Punto Final- o, al menos, elementos dispuestos a generar violencia con fines netamente políticos, definitivamente no estarán este año en la Federación de Estudiantes. Lamentablemente, la suerte de la casa de estudios también depende de la honestidad y eficiencia de sus autoridades.

La ciudad ya se ha apagado cuando el bus del periodista parte de Ayacucho. La universidad también. Sin embargo, mientras él continúa su viaje, atrás se quedan alumnos que estudian en la penumbra, que entran a baños malolientes e inundados, y que tropiezan con vidrios en caminos de tierra a las siete de la noche. Y también queda un pueblo que espera que de ellos, algún día, provenga la luz.